¿INTERSECCIONES? ENTRE PSICOANÁLISIS Y EDUCACIÓN. Por Psi. Mauro Cruz Martínez.
Lograr el bienestar, la armonía y la dicha, lograr que los individuos se adapten mejor a su entorno, disminuir o erradicar las malas conductas o las manifestaciones de violencia, que los educandos aprendan mejor y si de ser posible, más rápido. Que pongan atención y no se distraigan, que no falten el respeto a sus maestros y demás adultos, que se hagan responsables, que se interesen por lo que se enseña, que les gusten las matemáticas y se hagan lectores, entre tantos. El psicoanálisis ha oscilado entre tener aportes o mostrarse moderado y reflexivo en el campo educativo. Ojala, escribió Freud, el psicoanálisis pueda ayudar a la realización de las esperanzas de los educadores, porque de todas las utilizaciones ninguno ha despertado tanto interés. Incluso pensó que psicoanalizarse era una suerte de educación tardía, de pos-educación con la cual se podía corregir una evolución mórbida. También, el psicoanálisis ayudaría a reconciliarse con las fases del desarrollo infantil y con ello, no arriesgar en exagerar mociones pulsionales socialmente inútiles o perversas en el niño; ya que las mejores virtudes nacen como formaciones reactivas y sublimaciones de nuestras peores disposiciones. Y por tanto el psicoanálisis debía considerarse en el proceso formativo de los profesionales de la educación, al punto de conformarse una pedagogía psicoanalítica. Por otra parte, se ha señalado el carácter represivo de la educación, convirtiéndose en un caldo de cultivo de las neurosis más diversas, al negar la verdadera psicología de la condición humana, cultivar el rechazo de las emociones y llevar a la ceguera introspectiva. Freud arribo a la idea de que educación y pedagogía no podían ser concebidas como una profilaxis. El trabajo educativo es sui generis y no debe ser confundido con la intervención psicoanalítica. Los ríos de tinta no dejan de correr para tratar de dar cuenta de las relaciones o intersecciones entre psicoanálisis y educación. A lo sumo, podría decirse que no hay indicaciones pedagógicas precisas en la teoría psicoanalítica. Es más, y evidentemente, Freud no es pedagogo. Él habló de la represión sexual, la sexualidad infantil, la agresividad, los síntomas, la psicopatología de la vida cotidiana, las fantasías y los traumas, los cuales si tienen algo que ver con el campo educativo. Freud nos enseña sobre los conflictos inevitables del ser humano, desechando la posibilidad de que alguna reforma educativa pueda eliminarlos. Frente a los proyectos educativos y sus ideales, nos encontramos con la condición humana, sus traumas, su narcisismo y sus goces. Es posible reconocer la necesidad de creer en un futuro venturoso, de algo que nos libere de las privaciones del presente, de esperar un más allá que este exento de conflictos que nos desgarran. Se ha leído el psicoanálisis como una obra pesimista, que condena a la humanidad al fracaso y la impotencia. No es así. No es un lamento por la condición humana, tampoco un llamado a la resignación, no se trata de desechar uno de los imposibles de la humanidad: educar. La apuesta es por un trabajo de pensamiento frente a las ilusiones de un mundo sin conflicto. Es un frente ante la pereza del pensamiento, a las recetas sencillas que tienen a bien generar proyectos salvadores. Es un acto de reconocimiento del otro. Reconocimiento de la verdad, histórica y subjetiva. Aspira a ser un encuentro donde los sujetos den cuenta de sus palabras, los sujetos de y en la educación. Un encuentro donde reconozcamos qué sociedad hemos institucionalizado, cómo la perpetuamos o no y, en qué medida podemos hacernos responsables de la misma. Y con ello, puede intersectarse con la educación en su análisis mismo, en la agresividad que la habita, en la construcción de legalidades, en la identificación de malentendidos, en la localización de los sufrimientos generados. En eso, en pensar la educación es donde el psicoanálisis algo tiene que ver.
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